Prometeo


Lo he hecho… ¡Lo he hecho!
Aun no puedo creer que lo haya hecho.  Lo he robado y ya casi estoy.  Hasta ahora sólo era una fantasía, ¡no puedo creer que no se dieran cuenta! nunca pensé que ser chatarrero sirviera de algo más que ser la última clase en la nueva humanidad.

No sé como mi chatarra paso por una de sus nuevecitas naves de la serie 0X y que la autentica se desvaneciera en el montón de chatarra que debía reciclar…  

Y ya casi casi estoy…  en el planeta prohibido “La Tierra”  el planeta que dio origen a la humanidad. Aunque no estoy seguro si  nosotros… eso es lo que siempre he querido averiguar. 
Nosotros nos seguimos llamando “humanos”, “humanidad”, gente…  pero ¿lo somos? 

Ahora mismo no somos ni siquiera mamíferos  - ¿existirán aun los mamíferos?- somos algo más parecido a plantas, a pesar de nuestra apariencia humanoide; justo ahora llevo todo lo que necesito para sobrevivir: en toda mi piel llevo nano placas solares que me permiten recoger energía para moverme y mantener encendidos mis sistemas, y la nave viene equipada con un llamado “fennel” un mecanismo automático que saca los minerales (y nutrientes de haberlos) de la propia tierra o incluso la piedra y nos sirve de sustento  – de hecho está pensado para dar sustento a cualquier especie animal – para regenerar mis tejidos heridos, rotos o desgastados. 

¡¡¡Woooooh!!! 

Con todos mis pensamientos y la emoción del robo no me dado cuenta de cuándo empezó la entrada a la atmósfera.  

El viaje fue tan corto… 

No hubo colisión, la nave hizo un suave aterrizaje en la superficie.  Noto los suaves movimientos de la nave transformándose: ha iniciado el modo “vivienda” cambiando, activando el  fennel, lanzando los instrumentos de medición y sensores, sistemas de seguridad climatológicos, la redistribución de los espacios… 

Yo no puedo esperar… corro y quiero salir ¡ya! de la nave, abro la compuerta… 

Y caigo. No me lo esperaba. No estoy acostumbrado a esto. Seré estúpido. Gravedad. Me siento torpe mientras mi cuerpo intenta adaptarse a esta.  De nuevo en  pie camino tambaleándome inseguramente. 
Reviso dónde estoy. 

Roca. No, arena. Arena muy muy compacta, yerma.  Norte, sur, este, oeste… arena.  Cielo… ¡violeta! en las bases de datos ponía que debía ser azul…. ¿cuánto daño te hicimos?

Rodeo la nave con la intención de ver algo tras ella. Nada. Me siento… me siento tan torpe… Sentado reflexiono sobre las consecuencias de mis actos, las leyes rotas, la alta traición, el gran robo…

¡Un momento!  ¡¿Qué es eso?!

Una sombra enfrente mía a unos metros… ¿de dónde viene? 
¡El cielo!

Y ahí estaba el origen: un ave…  ¡una gran ave negra! (o al menos parece negra)

Me levanto como puedo y la sigo para no perderla, entre zancadas, trastabillando, apoyando ahora a una mano para darme impulso, ahora trotando en una torpe carrera.  No cuento los minutos que la persigo, hasta que por fin se posa. No sé tampoco que es eso. Parece un árbol por la forma – un gran cilindro que se ramifica en tres ¿ramas? hacia sus seis o siete metros – pero sin hojas y del color de la tierra. 

Hay más muchas más aves… 

Me empiezo a sentir un ignorante de mí y de mis orígenes, este planeta ya no tiene nada de lo que vi en las bases de datos, salgo esas aves. Las he visto, lo sé. Por eso no puedo apartar la mirada de ellas.  Están posadas, arreglándose las plumas de las alas, algunas revolotean cerca del “árbol”. 

Todas salen volando. Y yo no tengo tiempo de darme cuenta de por qué y ya es tarde. 

Me parto en dos, demasiado literal, por el abdomen y algo me tiene cogido y apretado con sus… oh… espero que no sean dientes…  

Noto mi espesísima sangre (sabia o fluido) que mana de mí. Sus niveles empiezan a bajar… Pero lo peor no es eso, noto que estoy en el aire, sostenido por esa criatura que parece que corre o vuela bajo, no sé, en dirección hacia mi nave. Estoy atrapado en sus fauces. 

Dolor.

Nunca antes había sentido tanto dolor. Nuestros cuerpos sienten más dolor que ningún otro antepasado humano, están pensados para detectar cualquier fallo, cualquier rotura por ínfima que sea. Y se siente. 


Si he gritado, no me he oído. Si el tambaleo me hizo desvanecer la vista… el choque contra el suelo me ha devuelto a la completa conciencia. 

La bestia que me atacó debió entender que no le sirvo de alimento y me ha soltado brutalmente. 
Me veo. Veo la mitad de mí a unos dos o tres metros, mis piernas, parte de mi torso. Mi cerebro me alerta que uno de mis brazos esta inservible. 

Ahora lo sé: no soy humano, nunca lo fui. Siento el dolor extremo pero no me voy a desmayar, no soy físicamente capaz de hacerlo. Me falta la mitad de mí, pero no voy a morir. Mi cabeza, lo que me hace ser “yo” está intacta y las nano placas solares son más que suficientes para mantenerlo activo.  Pero no dispongo de material para regenerarme. Aunque pudiera llegar a fennel mi sistema de asimilación está destruido. En Newred (antiguo Marte) me hubieran podido recomponer, pero aquí no, no aquí solo. 

Con mi único brazo me volteo. 

Ya no veo el resto de mi cuerpo, ahora lo sustituye parte del cielo y parte de la nave. Y me abruma la visión: 
Innumerables criaturas, roedores, bestias y aves están por todos los lados que consigo ver de la nave. 
Ahora caigo: el fennel les debe haber atraído… alimento casi ilimitado en una tierra tan yerma, en la tierra que dejaron los humanos – no nosotros,  me repito – la que ellos abandonaron. 

Dolor. 

Un picotazo, un ave negra. ¿Por qué me ataca? – Debe ser por las partes brillantes de mis sistemas internos – duele. 

Pronto otras se le suman y me empiezan a picotear. Picotada. Dolor. Picotada. Dolor. DOlor. DOLor. DOLOr. DOLOR. ¡DOLOR!

Y esta será la condena a mi osadía, no moriré y sentiré el dolor de cada picotada de los cuervos - ¡así se llamaban! – hasta que me deshagan pedazo a pedazo. 




Escrito por Sfng. 

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