Afluencia - Cap 1


Una fría noche de la cuarta edad, los lobos aullaron el nacimiento de la criatura que la bella Súre Helka dió a luz, el segundo hijo varón de Horian.

Horian es un medio elfo cuyo pasado no ahondaremos. Lo cierto es: en ese tiempo, ya avanzada la cuarta edad, Horian mantenía una plácida vida en el bosque negro (ya llamado bosque de las hojas verdes). Él sentía que todo en lo que la historia podía necesitarlo, ya estaba hecho. Prefería tener a su familia en una taberna que él mismo decidió construir, de la que su familia vivía, atendiendo a viajeros y así quitar el aire de peligro que el bosque contenía. Naule, así fue llamado el niño, tenía los ojos grises y penetrantes del padre y el rostro iluminado de alegría de la madre.

Naule creció en esa posada, escuchando las historias de los viajeros al igual que las de su padre, sus aventuras, su vida. Fue entrenado por su hermano mayor Selde Makar, en el arte de la espada y fue su padre quien forjó a la que llamaría "Mi espada" con un estilo único en la región, quizá traída en uno de sus viajes al oriente. De su hermana Henelvea, aprendió la precisión y tranquilidad que deben tenerse para que cada flecha lanzada, se transforme en un susurro inquebrantable, letal. Su madre, además de aportarle todo su amor y su cariño, le enseñó bastos conocimientos de medicina, el cuerpo y sus funciones, y lo que para el fue más preciado, la mente.

Naule aprendió todo esto, interesándose y armándose, sin embargo, el disfrutaba de escaparse de la casa, recorrer el bosque, aprender también de él, escuchando el viento, pronto los animales del bosque lo llamaban su igual.

Su adolescencia constó de viajes al interior del bosque, incesantes entrenamientos e instruidas charlas con eruditos. Al cabo de un tiempo Naule se había convertido en un hombre, pero no se sentía como tal, necesitaba explorar todo lo largo y ancho del mundo, así es que -¿Dónde comenzar?- Desde muy pequeño él sentía una gran admiración por los enanos, grandes mineros y artesanos, pero lo que más admiraba era su arquitectura, así es que decidió empezar en el norte.

Un día tranquilo, en el que el sol asomaba por entre los árboles, Naule tomó su espada, su arco y sus flechas, se despidió de su familia y marchó.

El camino a través del bosque fue largo, pero Naule conocía ese bosque y no tuvo dificultad en llegar al linde.


Escrito por Naule Dermast

1 comentario:

  1. bueno, muy bueno...¿ se supone que seguirá la historia? :) porque me gustarías seguir leyéndola

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